La calle como espacio para la memoria y la colectividad a través del arte
El arte al servicio de la construcción de paz, la colectividad y la memoria. Así define Yendy Elizabeth Montiagudo Moreno, productora general de Arte 92, el corazón de este proyecto sociocultural en Cuba, enmarcado en el convenio Conquistando Futuros junto al Movimiento por la Paz -MPDL-.
“El arte es una herramienta muy poderosa de transformación que no solo embellece, sino que cambia perspectivas, toca el sentimiento, trabaja con el subconsciente y refuerza el sentido de pertenencia”.
El proyecto se asienta en Jesús del Monte, un barrio de La Habana con una historia rica y realidades complejas. Allí, Arte 92 revitaliza espacios en desuso, impulsa talleres e intercambios y acerca artistas a vecinas y vecinos que, muchas veces, no podrían acceder a esas propuestas de otra forma. La calle se convierte en museo y espacio público colectivo, donde el arte interpela y cuida de lo común.
El arte como herramienta de transformación y de paz
Para Yendy, la clave está en la capacidad del arte para sensibilizar: “No se trata solo de embellecer los muros, sino de activar vínculos y emociones. Un mural puede contar la historia de un territorio, recuperar sus relatos y figuras locales y, con ello, despertar orgullo y sentido de pertenencia. Cuando las personas se reconocen en las imágenes de su propio barrio, se reconocen también entre sí”. Además, añade: “Nadie quiere ver vandalizada una obra que representa a su comunidad”.
Por eso, el arte público no solo transforma los espacios, sino también la forma en que la comunidad se mira, se cuida y se siente parte de un proyecto común.
En la VI edición del Festival de Cultura Comunitaria, dedicada a la mujer “octubrina” y a la identidad local, Arte 92 invitó a artistas a dialogar con la obra de Amelia Peláez, artista nacida en el municipio, y con el documento más antiguo de la zona, tejiendo pasado y futuro en los muros.
Uno de los trabajos más comentados fue el “mural del ojo”, cuya pupila refleja un fragmento de Peláez: una mirada que enseña a mirar.
Para Yendy, la fuerza del proyecto reside en lo colectivo y recuerda que el arte público solo cobra sentido cuando nace y vuelve a la comunidad. Por eso, la participación vecinal es un eje irrenunciable y las fachadas, los colores y los diseños se trabajan con el barrio, incorporando sus voces, necesidades y memorias.
La memoria y la identidad también ocupan un lugar central y cada mural es un relato que rescata historias, resignifica el territorio y refuerza la pertenencia. Intervenir una pared, explica Yendy, es también intervenir la forma en que un barrio se piensa, se nombra y se cuenta.
Cultura de paz en práctica
La cultura de paz también se aprende haciéndola. En Jesús del Monte, la participación infantil y educativa fue clave en el concurso “Creando un Pulmón Verde”, que llenó la escuela de dibujos, risas y premios. Para muchas niñas y niños, verse como artistas y contemplar su obra expuesta en el barrio fue un momento emocionante que contagió a toda la comunidad.
Esa emoción se extendió a la calle gracias a la red comunitaria que se teje alrededor de cada pieza artística: café, agua, conversaciones espontáneas y preguntas que van y vienen. Un ejercicio cotidiano de convivencia y cuidado mutuo, donde el arte funciona como pretexto para encontrarse.
El futuro será una ciudad que cuenta su historia en los muros
El sueño del equipo es ambicioso y hermoso: nos confiesa Yendy que sueñan con “convertir la ciudad entera, no solo Jesús del Monte, en una galería a cielo abierto, donde cada espacio cuente su propia historia. Un recorrido que conecte memoria y futuro, permitiendo conocer de dónde venimos para imaginar hacia dónde vamos, reforzando redes, colectividad y los valores que sostienen una verdadera cultura de paz”.
