Aprendizajes, feminismos y cooperación desde la experiencia de nuestras voluntarias internacionales

¿Qué ocurre cuando cinco jóvenes europeas deciden dejar su vida cotidiana durante un año para sumarse a proyectos de paz, Derechos Humanos y justicia social en otros países? La respuesta está en VOL4PEACE, un proyecto de voluntariado internacional impulsado por el Movimiento por la Paz –MPDL– en el marco del Cuerpo Europeo de Solidaridad.

Durante doce meses, las personas voluntarias de VOL4PEACE se incorporan a equipos sobre el terreno en distintas regiones del mundo para fortalecer el trabajo de organizaciones locales, acompañar procesos comunitarios, facilitar talleres y participar activamente en la promoción de los Derechos Humanos, la igualdad de género y la cultura de paz. Un proceso que supone aprender a escuchar, a cuestionar lo que se da por sentado y a construir conjuntamente con las comunidades.

Cinco voluntarias, un mismo compromiso

Cinco mujeres jóvenes con perfiles y trayectorias distintas, unidas por el deseo de contribuir a un cambio social real desde lo colectivo. Laura Torres, de España, apoyó en Jordania proyectos centrados en el empoderamiento económico de mujeres refugiadas en Ammán, Zarqa y Mafraq. Laura Arbiot, procedente de Francia, participó en Rabat (Marruecos) en iniciativas de ayuda humanitaria y cooperación, colaborando en la rehabilitación de viviendas y en la incorporación del enfoque de género en las políticas locales. Jessica Serva, de Italia, desarrolló su voluntariado en Quetzaltenango (Guatemala), facilitando talleres, organizando eventos y trabajando estrechamente con organizaciones comunitarias. Marjut Sahlberg, de Finlandia, reforzó la gestión económico-administrativa en Guatemala, contribuyendo a la transparencia en auditorías y en la administración de recursos. Por su parte, Inés, de Asturias (España), acompañó proyectos también en Quetzaltenango, participando en formulaciones, seguimientos y análisis legislativos vinculados a Derechos Humanos.

“VOL4PEACE es una oportunidad única para aprender desde el terreno y acompañar a las organizaciones locales en sus procesos, no para dirigirlos”, resume Inés. Esa mirada, la de escuchar y sumar antes que dirigir, atraviesa todas sus reflexiones.

Retos personales y desigualdades estructurales

El trabajo cotidiano no estuvo exento de desafíos. Las voluntarias se enfrentaron a realidades complejas que les obligaron a mirar de frente desigualdades estructurales, discriminaciones normalizadas y dinámicas difíciles de transformar.

Laura Torres recuerda que “la diferencia entre ciudades y comunidades en Jordania es abismal y sigue habiendo espacios muy masculinizados incluso en las ONGs. La gestión cambia mucho cuando la lideran mujeres”.

Jessica cuenta una historia que la marcó profundamente: “Una mujer tuvo que negociar con su familia para asistir a un taller. Derechos que aquí damos por hecho, allí son una lucha cotidiana”.

En Guatemala, Inés señala cómo “el acoso callejero era algo diario y en talleres con mayoría de mujeres, cuando había un hombre, solía ser quien más hablaba, aunque no tuviera relación con el tema”.

Todas estas vivencias las obligaron a reflexionar también sobre sus propias posiciones y privilegios. “Sentí mucho el privilegio de poder elegir si tener una familia o no a mi edad, algo que muchas mujeres en todo el mundo no pueden decidir”.

Feminismos que transforman

Uno de los aprendizajes más potentes que las cinco voluntarias se llevan de esta experiencia tiene que ver con el feminismo. No con el que ya conocían, sino con nuevas formas de pensarlo, vivirlo y construirlo colectivamente.

Laura Torres lo explica así: “Aprender del feminismo árabe en Jordania ha abierto mucho mi visión. Aunque no sean tan visibles como aquí, llevan años movilizándose y entender su manera de luchar frente a las miradas que imponemos desde fuera ha sido clave”.

En Guatemala, Inés se encontró con un feminismo profundamente enraizado en lo comunitario: “El feminismo comunitario te obliga a desaprender y adaptarte al contexto. No puedes llegar con tus respuestas, hay que escuchar, entender y ser crítica sin idealizar”. Esa capacidad de cuestionar el propio marco es central en cualquier experiencia de voluntariado: “No puedes hablar de libertad y emancipación en los mismos términos en una comunidad donde las mujeres tienen hijas con 19 años y se desplazan a pie por caminos inseguros solo para comprar comida”.

Jessica, por su parte, se queda con algo que ha transformado su forma de entender el feminismo: “Me llevo esa red de cuidado colectivo: hoy te cuido yo, mañana me cuidarás tú. Frente al individualismo que sentimos en Europa, allá todos y todas están para todas”.

Cooperación a día de hoy

Otra de las grandes lecciones tiene que ver con el funcionamiento del sistema de cooperación internacional. La retirada de financiación estadounidense durante el año de su voluntariado tuvo un impacto inmediato en las comunidades con las que trabajaban: “La dependencia de ciertas fuentes de financiación cuestiona la sostenibilidad”. Cuando se producen recortes, el impacto en las comunidades es enorme.

Un regreso entre el duelo y la transformación

Volver a casa después de un año no ha sido fácil. Muchas describen ese momento como un “duelo” o incluso como una “ruptura”.

“Irte después de un año, cuando ya no eres turista sino parte del lugar, duele. Es un shock cultural inverso”, confiesa Jessica. Inés coincide: “Dejar Guatemala ha sido como terminar una relación. La ciudad, la gente, lo aprendido… todo se queda contigo”.

En medio de los retos personales, las redes de apoyo jugaron un papel fundamental. “Aunque lejos, el apoyo entre compañeras lo sentí muy presente. También las llamadas con familia o amigas, y las amistades locales fueron clave para superar momentos difíciles”, recuerda Jessica. “Las compañeras del Área de Movilización desde Madrid, Mariana e Icíar, siempre nos acompañaron, supieron cuidarnos tanto en el desarrollo del voluntariado como en lo personal”.

Palabras para quienes quieran vivir esta experiencia

A quienes estén pensando en participar en VOL4PEACE, las voluntarias recomiendan ir con mente abierta, sin expectativas rígidas y con la disposición de dejarse transformar.

“Ir 100% abiertas a lo que llegue. Un año es largo: habrá retos, pero el resultado se ve y es lo que más te llevas”, aconseja Jessica. Inés insiste en la importancia de la paciencia: “Ir poquito a poco y con paciencia. Si te presionas con que todo sea perfecto, puede ser frustrante”. Y todas coinciden en alejarse del síndrome del salvador: “No vamos a solucionar los problemas, sino a contribuir a procesos colectivos desde la escucha y el respeto a las necesidades del territorio”.

Más que un voluntariado

VOL4PEACE no es un paréntesis en la vida de quienes participan, es un punto de inflexión. Las experiencias de Laura, Jessica, Mariana, Inés y Laura muestran cómo el voluntariado internacional puede ser una escuela de escucha, cooperación y transformación personal. La solidaridad no consiste en llevar respuestas desde fuera, sino en construir juntas desde dentro.

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