"No sé cómo estoy metida en ésto"

"No sé cómo estoy metida en ésto"

Bacarrat

Extracto del artículo Los micromachismos y sus efectos: Claves para su detección (.pdf, 98 KB) , de Luis Bonino, publicado en Ruiz Jarabo C. y Blanco, P (Comp) (2004) La violencia contra las mujeres. Prevención y detección. Madrid: Diaz de Santos.


Carmen es una mujer de 42 años, empresaria, en pareja con Santiago, con quien tiene tres hijos púberes. En su primera entrevista, cuenta que padece desde hace mucho tiempo y con intensidad creciente, un estado de ánimo depresivo, con inseguridad, sensación de impotencia e inutilidad, falta de energía y muchas dudas sobre sí. No sabe por qué está así. Tuvo que pedir licencia por enfermedad hace dos meses porque no da más de sí. Habla con gran precisión de su estado interior, estoy “como derrotada” -dice, “no sé como estoy metida en esto”. Ha estado en tratamiento psicofarmacológico y psicoterapéutico, pero sin buen resultado. Sin embargo, en éste último se dio cuenta que es una persona muy exigente y que se plantea metas demasiado altas. Contenta con su trabajo, vive con su familia en la periferia de una ciudad a la que se trasladaron desde su ciudad de origen hace cuatro años. Se mudaron porque su pareja tenía mejores perspectivas de trabajo en este nuevo lugar. Aunque Santiago, que es médico, no ha resuelto aun su situación laboral, ambos están actualmente contentos por el cambio de ciudad. 

Los últimos meses está muy irritable e intolerante, y explota “sin motivo” por cualquier tontería, comportamiento que -agrega-, la hace insoportable ante los que más quiere (su pareja e hijos). Y para demostrar esta actitud, relata un ejemplo muy reciente que es para ella síntesis de muchas situaciones parecidas.

Estaba con su pareja y tres parejas de amigos, reunidos en una casa de vacaciones a la que habían sido invitados. Ella no estaba cómoda. En un momento, mientras ella estaba terminando de cocinar, su pareja se acerca y le dice que, mientras ella concluía, el resto de la gente iba a comenzar a comer lo que ya estaba servido en la mesa, ante lo cual ella "sin darse cuenta” estalla gritando: “¡Pero qué se creen, que soy una asistenta? ¡O me esperan o tiro toda la comida!”.

Ante eso, Santiago le dice de mal modo que qué le pasa, que si está loca o tiene el síndrome premenstrual. Ella le grita, él le dice que se calle, que le hace quedar mal delante de sus amigos, con lo cual ella se siente muy culpable y rompe a llorar. Él la abraza y ella se calma.

Él luego quedó resentido, aislado y mudo durante dos días. “Se da cuenta, -dice Carmen- estallé, soy una exagerada, todo por una tontería, y a él le hice daño”.

¿Fue el desencadenante una tontería y la reacción exagerada y dañina? ¿Quién define en este contexto que actitud es una “tontería”, qué es “exagerado”, y de qué daño hablamos?, reflexiona la persona que la entrevista. Y ante el predominio en el relato de Carmen de lo intrasubjetivo y las referencias autoculpabilizantes, le pide que haga un paréntesis de ello y le hable sobre sus circunstancias vitales.

Cuenta entonces Carmen que, desde que llegaron a la ciudad en la que actualmente residen, ella trabaja bastante en su empresa, pero sin sobreesfuerzos. Le costó la mudanza porque renunció a su trabajo anterior que le gustaba. Casi siempre ha sido la principal proveedora económica del hogar. Con Santiago se lleva muy bien, aunque es bastante reservado y es difícil estar con él a solas porque es “muy sociable”. Él frecuentemente tiene que hacer viajes debido a su trabajo (es intermediario en la compra de tecnología médica). Por ello y porque él dice además que se siente incapaz de lidiar con los problemas y apuros de los hijos, ya que se pone muy nervioso y se vuelve ineficaz, la tarea de gerenciar el hogar y ocuparse de los hijos está casi en las exclusivas manos de Carmen. Los hijos tuvieron muchos problemas de adaptación a la nueva ciudad, que se solucionaron recién hace un año.

Hasta que ellos nacieron todo era más relajado. “Creo que los he sostenido a todos durante estos años”, reflexiona. Tuvo una gran tensión por un conflicto de lealtades el pasado año, porque mientras su madre, que vivía sola en otra ciudad, había empeorado del cáncer que padecía y necesitaba su ayuda, su hijo mayor tuvo que ser ingresado por un cuadro infeccioso grave. Como su pareja “no podía” hacer nada dada su asumida “ineficacia”, resolvió este conflicto viajando a ver a su madre día por medio, internándose con su  hijo los otros días y dejando de trabajar, y eso la agotó. Pero -dice- “¿qué otra cosa podía hacer?”

A continuación, y ante la propuesta de explorar más minuciosamente el ejemplo del “estallido”, Carmen comienza a describir lo siguiente: la invitación a la casa a la que concurrieron fue hecha por un amigo de Santiago, con quien ella no se lleva muy bien porque -dice- es muy machista. Aunque hacía tiempo que no lo llamaba, él se sentía con muchos deseos de verlo y ella no podía dejar de acompañarlo. Ella sacó esta conclusión porque cuando le insinuó no ir, Santiago le dijo que quedaría mal yendo sólo a la invitación habiendo otras parejas. Pensó además que si no iba, él diría acusatoriamente que le estaba boicoteando su amistad con este amigo porque a ella no le gustaba, y ella no quería peleas.

Ya en la casa, ella se encuentra con que las otras tres parejas -“muy tradicionales: ella ama de casa, él empresario”-, ya estaban allí, organizadas en una división tradicional de roles: ellas preparando comidas y ocupándose de los niños (había cuatro) y ellos separadamente hablando de sus cosas y jugando a las cartas, a lo que incorporaron inmediatamente a Santiago.

Al verse en esta situación, ella, que se define como mujer poco tradicional, jugadora de cartas y que no le gusta ni sabe cocinar (en su casa cocina una asistenta), totalmente incómoda, trata de “adaptarse”, pero su pareja al poco tiempo nota que algo le pasa. Ella le cuenta de su incomodidad. Él le pide que aguante, que él mucho no puede hacer para cambiar la situación. Carmen lo percibe poco comprensivo de su malestar. Así que, sintiéndose encerrada, sin salida “civilizada” (ella hubiera preferido poner algún pretexto e irse, pero su pareja se lo hubiera reprochado mucho por lo que ni se lo planteó), fue acumulando rabia.

Y cuando a ella “le tocó” cocinar, en el momento en que se preguntaba por qué Santiago no la ayuda -ella se lo pidió-, él aparece. Pero sólo para informarle que los demás, incluido él, comienzan a comer sin esperarla. Entonces estalla. Al final, ella culpabilizada y él resentido. Según Carmen, esta secuencia interactiva se repite desde hace mucho, aunque las situaciones varíen. Lo nuevo: ahora ella “se descontrola”. Aquí termina el relato.

¿Qué nos muestra esta entrevista? ¿Qué podemos decir, con estos datos, del malestar de Carmen? Lee el resto del artículo aquí (.pdf, 98 KB)…